De bocas a orejas
- Phascolarctos cinereus

- 29 mar 2020
- 4 Min. de lectura
Imagínate esto: has quedado con un amigo para cenar a las nueve y media y cuando llegas dice: “Son las diez menos diez.” Obviamente su objetivo no es ayudarte amablemente por si no llevas reloj, sino que te quiere indicar algo... Gracias al contexto dado sabes interpretar qué quiere decir y la verdad es que un “No me gusta que llegues tarde ya que yo me apuro por estar a tiempo y te llevo esperando ya hace veinte minutos.” sería más preciso pero innecesario. Todo bien – te disculpas, cenáis y a seguir.
Pero no siempre es así de fácil. Todos conocemos mil ejemplos de nuestro día a día en el que queremos decir una cosa y el interlocutor entiende una cosa totalmente distinta o que incluso se ofende... Cuántas veces hemos tenido discusiones echándonos en cara lo que dijo o no dijo el otro e intentando explicar lo que queríamos decir en realidad... Pues, comunicación fallada.
Pero, ¿qué pasa en todos estos casos? Si vemos el ejemplo de arriba, en el sentido crudo de las palabras él solo dice qué hora es (el ramo de la lingüistica que se dedica a estudiar eso se llama semántica). Aún así sabes que su intención no es indicar la hora; eso porque sabes ubicar la interación en un contexto (en la lingüística: pragmática). Siempre hay varios aspectos de lo enunciado. Según el psicólogo alemán, Friedemann Schulz von Thun hay cuatro.
Tomando nuestro ejemplo del inicio: Tu amigo te dice “Son las diez menos diez.”
Tu amigo es el que habla, o sea el emisor. Tú eres quien escucha, o sea el receptor “Son las diez menos diez” es lo enunciado.
Ya sabemos que podemos analizarlo al nivel semántico, pero si no eres un entusiasta de la lingüística, será bastante aburrido esto – por lo tanto lo ignoraremos y nos quedaremos con que existe este primer lado del enunciado que vamos a llamar la información. Adicionalmente a la información de qué hora es, lo enunciado también lleva tres lados más: la apelación, la manifestación de sí y la relación.
¿Qué quiere decir todo esto? Una “traducción” posible sería:
Información Son las 21.50.
Apelación ¡Sé puntual!
Manifestación de sí No me gusta esperar.
Relación Somos amigos y en una amistad deberían aplicar las mismas reglas
para los dos.
Como ya sabemos, siempre depende del contexto y por lo tanto las explicaciones no son nada más que ejemplos posibles en la situación dada.
Ahora bien, aparte de que todos los enunciados siempre llevan estos cuatro partes, también vamos a modificar un poco a tu amigo y a tí.
A tu amigo le daremos cuatro bocas, la boca de información, la de apelación, la de manifestación y la de relación. Tú recibirás cuatro orejas de – ¡sorpresa! – información, apelación, manifestación y relación. Ya concluimos que, cuando tu amigo te indica la hora, no lo hace a través de su boca de información. Dicho en otras palabras: su intención no es indicarte la hora. Esto no quita que todos los enunciados lleven siempre los cuatro lados. Sin embargo, estos no siempre son igual de relevantes en los ojos de los interlocutores, o mejor dicho, en sus bocas y orejas.
Cuidado: solo porque tu amigo hable con su boca de apelación no significa que tú lo escuches con tu oreja de apelación. Aquí tenemos un nivel en el que se pueden producir malentendidos: cuando el receptor escucha con una oreja que no corresponde a la boca del emisor.
Y no solo hay este nivel de malentendidos. También se puede producir el caso que el emisor y el receptor asignan diferentes cosas para cada lado. El de información suele ser el más transparente, y al hablar el mismo idioma, no deberían producirse demasiados fallos. En cambio, los otros tres lados que pertenecen al ámbito de la pragmática son más propensos a la malinterpretación.
El lado más delicado, a mi parecer, es el de la relación. Este es el menos constante y al mismo tiempo el que expresa jerarquías y valores. Muchas veces ni somos muy conscientes nosotros mismos de qué estamos expresando a través de nuestra boca de relación. Si una madre dice a su hijo “Vaya pocilga tu cuarto.,” se manifiesta en el lado de la relación que ella tiene la autoridad sobre él sin que ella tenga que ser muy cosciente de eso en el momento en el que le habla. Por la misma razón le daría la misma información de otro modo a mi jefe o a mi pareja (no por nada se dice que la confianza da asco).
Afortunadamente, en cualquier situación nos pueden ayudar el tono de voz, los gestos y la mímica de la otra persona y nuestro gran amigo, la experiencia, para determinar con cuál boca se habla. Lo anterior nos puede conducir a hacer preguntas del tipo “¿Qué quieres decir con esto?” o “¿Cuál era tu intención al decir aquello?” a lo cual se le llama metacomunicación (comunicar sobre la comunicación) y muchas veces nos ayuda a prevenir o solucionar conflictos.
Cuando interactuamos con otros estamos analizando constantemente todos estos factores y nos suele salir bastante bien. Pero justamente cuando volvemos a echarnos en cara lo que uno dijo o no, este modelo puede ayudarnos a entender qué es lo que falló. A veces solo basta con tener claro nosotros mismos con qué intención estamos diciendo algo...
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